La salud intestinal es la gran preocupación del s. XXI pues gracias a los numerosos estudios y a los consejos médicos por fin hemos entendido que muchas de las dolencias que aparentemente no tienen nada que ver con la comida o la digestión, comienzan en realidad ahí. Ya en 1850, Ludwig Feuerbach, filósofo y antropólogo alemán, escribió “Somos lo que comemos”, dentro de su obra “Enseñanza de la alimentación” que en realidad hablaba de cómo mejorar la sociedad a través de una alimentación suficiente y equilibrada pensando, en aquel entonces, en las clases más desfavorecidas. Afortunadamente en la Europa del s. XXI tenemos suficiente información y acceso a alimentos que además de prevenir numerosas enfermedades contribuyen a nuestra calidad de vida. Por este motivo es fundamental tener una microbiota intestinal sana y equilibrada.
En realidad siempre la hemos llamado “flora intestinal”, este es el nombre coloquial, pero científicamente se refiere al conjunto de microorganismos que viven en nuestro estómago, es decir bacterias, virus, hongos, levaduras y protozoos. Una comunidad que incluye a unos 100 billones de microorganismos de unas 500-1000 especies distintas, lo que equivale a unos 200 gramos de peso en una persona adulta. Sorprendente pero cierto. Estos organismos habitan en simbiosis con el ser humano, lo que quiere decir que nos beneficiamos mutuamente, pero ¿qué hacen ellos por nosotros?
Para empezar, contribuyen de positivamente a nuestra nutrición pues son capaces de metabolizar ciertos compuestos de origen vegetal que no podríamos aprovechar de otra forma, se estima que la acción de la microbiota nos reporta un 10% de las calorías ingeridas cada día. También nos protegen pues impiden que los patógenos lo colonicen de forma indirecta, pues no les permiten adherirse y acaparan los nutrientes, además, algunas bacterias presentes en la microbiota son capaces de generar sustancias que eliminan de manera directa a los agentes nocivos.
Alimentarlos de forma adecuada para que se mantengan en cantidades suficientes y equilibradas. Lo más adecuado para tal fin son los prebióticos: fibras vegetales que actúan como fertilizantes y estimulan el crecimiento de bacterias sanas en el intestino. Uno de los prebióticos más beneficiosos y eficaces –como ya hemos reseñado con anterioridad– es la inulina, presente en dosis considerables en la raíz de achicoria. Beber achicoria al menos una vez al día mejorará la salud intestinal y el tránsito, desencadenando una serie de efectos positivos sobre la salud en general que ayudan a prevenir otras enfermedades.
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