Con el fin de evitar el estreñimiento, mal común en la sociedad actual, todos los nutricionistas recomiendan la ingesta de alimentos con fibra para ir al baño.Incorporar en la dieta una taza diaria de achicoria puede solucionar el problema.
Hace tiempo que se incorporó a nuestro vocabulario la palabra probiótico, primero en boca de nutricionistas, y luego en boca de todos, ahora un nuevo vocablo que conviene conocer ha irrumpido en los textos y conversaciones de todos aquellos que buscan una dieta equilibrada que ayude al buen funcionamiento del organismo: alimentos prebióticos.
La diferencia fundamental entre ambos conceptos es que los alimentos probióticos contienen microorganismos vivos que confieren un beneficio a la salud, mientras que los alimentos prebióticos contienen sustratos no digeribles que estimulan el crecimiento y la actividad de microorganismos autóctonos, lo que comúnmente conocemos como flora intestinal, además, dado que dichos sustratos no son digeribles. constituyen la tan ansiada fibra.
Pero, en concreto ¿qué es un probiótico? Los probióticos han sido definidos por la Organización de Alimentación y Agricultura (FAO, Food and Agriculture Organization) de las Naciones Unidas y por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del hospedador.
¿Y un prebiótico? Según la World Gastroenterology Organisation (WGO), los prebióticos son sustancias de la dieta (que fundamentalmente consisten en polisacáridos y oligosacáridos no amiláceos) que nutren a grupos seleccionados de microorganismos que habitan en el intestino favoreciendo el crecimiento de bacterias beneficiosas sobre las nocivas. Entre los prebióticos comunes conocidos se encuentran: la oligofructosa, inulina, lactulosa y oligosacáridos de la leche materna. Además, para que un ingrediente alimentario o un alimento pueda considerarse como alimentos prebióticos, debe cumplir una serie de requisitos: no ser absorbido en el tracto gastrointestinal superior (esófago, estómago y duodeno) y, por lo tanto, ser resistente a la acidez gástrica, es decir, no son alimentos con fibra soluble, además deben ser fermentados selectivamente por bacterias beneficiosas de la microbiota intestinal y ser capaz e inducir efectos fisiológicos beneficiosos para la salud.
El prebiótico más común y más utilizado en la nutrición es la inulina –carbohidrato no digerible– pues se encuentra en un buen número de frutas, verduras y raíces, siendo la achicoria el alimento que posee mayor concentración de la misma en su composición. Tomando aquellos alimentos que tienen un alto porcentaje de inulina en su composición, encontramos que mientras la achicoria posee un 79%, la raíz de dalia alcanza un 59%, la cebolla un 48%, el ajo un 29% y los espárragos un 4%. Por este motivo, la inulina, a nivel industrial se extrae de la raíz de la achicoria.
La propiedad de la inulina más extensivamente estudiada es su comportamiento como prebiótico (1), definido por su capacidad selectiva de estimular el crecimiento de un grupo de bacterias en el colon (bifidobacterias y lactobacilos), con la consecuente disminución de otras especies que pueden ser perjudiciales (ejemplo: E. coli y bacterias de la especie Clostridium spp.) (2).
La otra propiedad principal de la inulina es su alto aporte de fibra dietética, como ocurre con la mayoría de los fructanos que recientemente se los cataloga como “fibra funcional” en base a una nueva clasificación de la fibra dietética que considera el efecto fisiológico en el individuo.
Incorporar al desayuno, al mediodía, después de comer o antes de dormir, una taza de achicoria soluble o en cápsulas, es una manera natural de incluir en la alimentación una importante dosis de fibra funcional sin necesidad de recurrir a suplementos alimenticos. La achicoria, por su condición de bebida vegetal que más inulina contiene, contribuye a un buen funcionamiento del sistema digestivo, una flora intestinal equilibrada y suficiente y la garantía de ir al baño con regularidad.
- Roberfroid M. Inulin-Type Fructans: Functional Food Ingredients. Boca Raton, USA: CRC Press. 2005. 370 pp.
- Gibson G. Dietary modulation of the human gut microflora using the prebiotics oligofructose and inulin. J Nutr 1999; 129: 1438-1441